sábado, 12 de febrero de 2011

Anécdotas - Hay una araña en mi balcón

Esta mañana recuerdo que desperté un poco más temprano de lo habitual, eran como las 7 de la mañana. No sé ni porqué ni cómo pero sí sé que a esa hora estaba despierto, despierto haciendo nada, solo y echado en mi cama; un silencio total reinaba en casa... me estaba aburriendo de esto.

Cabeceé un poco tratando de volver a dormir, pero fue inútil, una vez despierto no vuelvo a pegar el ojo y eso lo sé. Me sentía aburrido, muy pero muy aburrido; es en estos casos en los que desearía estar muerto, ¡por Dios!

Ya sin nada que hacer, comencé a buscar con la vista algo que ver, no sé, lo que sea... en eso algo distrajo mi vista: algo se movía sobre la estantería, era muy pequeño al punto de ser apenas perceptible con la vista. Me levaté y rápidamente cogí mi asiento, me acerqué al objeto y noté que era un insecto, una araña para ser más específico. La criatura estaba bastante ocupada parece que tejiendo una telaraña, pues se paseaba de un viejo frasco de lapiceros que no tocaba desde que terminé la secundaria al borde de mi ventana (la cual daba sólo a la cocina). Era curioso ver lo fluido que la tejía, como si lo hubiera planificado por horas y horas, sin embargo todo estaba ya preprogramado.

Como esto era lo único extrahabitual que había en casa no me quedó de otra que mirar, la araña bajaba y subía costantemente dibujando triángulos casi perfectos, en varios tipos de ángulos; algo que resulta atractivo de un animal que simplemente no habría podido estudiar geometría. Se la pasó haciendo trazos como 15 minutos, de ahí empezó a unir vértices, de a varios entre sí y en todas direcciones, luego empezó a dar vueltas por alrederor hasta llegar al centro de todo.

Al cabo de 45 minutos dejó de tejer, al parecer estaba listo. La telaraña era densa, tenía forma de cueva que conducía al orificio de una grieta de la pared que sostenía al marco, una típica trampa de emboscada de las arañas caseras: el insecto que se acerque demasiado a la entrada recibirá su "bienvenida" en menos de un parpadeo. Había pasado casi una hora desde que empezó la araña a tejer todo y ahora estaba listo, con sus últimos esfuerzos tejió una última hebra para descender y contemplar su obra terminada.

Sentí un fuerte escalofrío cuando descendió, pues se posó en mi dedo (no no les temo, pero me produce un horrible cosquilleo cuando me trepan, es realmente incómodo). Desde mi uña, cual Dios al séptimo día, le hechó una ojeada a su trabajo. Estaba cansada al punto de dejarse caer sobre mi dedo. Yo sólo la observaba en silecio, inmóvil (si apenas parpadeaba).

Se completó una hora, sonó mi reloj. Al rato, la araña vovió a pararse y subió nuevamente a su pequeña guarida, hasta perderse en lo oscuro del agujero. Cuando reaccioné cubrí la vista colgando una tela (como quien fingiendo que la pone a secar) de modo que si mi madre entraba a mi cuarto mientras no estaba, no pudiera divisar la construcción almenos desde la puerta.