sábado, 4 de diciembre de 2010

Anécdotas - Viaje de Promo - Día 2

Ahora continuaré con el relato de mi viaje de promo, Googler...

Escuché unos fuertes ronquidos, 2 o 3, si no me equivoco. Desperté muy cansado, con sueño por el escándalo de niños que armaron mis compañeros esa noche. Eran las 6 y media (qué raro, yo no suelo levantarme a esa hora). Fui al baño a lavarme la cara, peinarme... bueno lo que siempre se hace ¿no?, cambiarse de ropa...

Luego salí a caminar, el hotel estaba en medio de una carretera a las afueras del centro de Lunahuaná, así que era perfecto: 1Km de ida y otro de vuelta.

Volví ya casi a las siete, todavía sin apetito.

A las nueve estabamos ya desayunados y listos para salir hacia Tupe, aunque no sabíamos hasta dónde sería. Viajamos media hora en carro hasta la provincia de Yauyos. Ahí nos esperaba un inmenso cerro, el cerro de Catahuasi; al pie de este, un pueblito. Los guías nos dijeron que el viaje a pie consistía en subir ese cerro, y nos lo creímos.

La subida fue fatal para muchos, la mayoría casi no lo consigue. Se deshidrataban por los ardientes latigazos impiadosos del sol, se cansaban por el esfuerzo de subir una empinadísima cuesta arriba... pero yo no sufrí tanto ya que sabía cómo actuar ante estas situaciones: he escalado cerros y montañas antes, y yá sé como manejar la situación. Y esa experiencia me sirvió de mucho: Sólo dos compañeros llegaron con pocos problemas a la cima, uno de ellos era yo. Aún así, tenía hambre. Nos tomó 3 horas y media, desde las 11 de la mañana hasta las 2 y media, tenía hambre, y se me había terminado el agua (ya que la había racionado para la subida del cerro). En lugar de un poblado sólo vimos una interminable cadena de cerros y una carretera. Allí nos topamos con una fea noticia... era MENTIRA.

Sip, el cerro sólo era el comienzo, y como si fuera poco, el guía más flaco nos dijo de que a este paso, llegábamos a las 6 de la tarde, y que tendríamos poco tiempo para armar la tienda del campamento. Yo suspiré cansado... no quedaba de otra: habíamos caído en el viejo truco de mentirle al turista sobre la distancia para que avance sin quejarse; pero ahora que se cayó el teón vinieron las quejas (otra vez).

Luego de descansar y comer una lata de atún (que por cierto era todo lo que tenía), continuamos nuestra matada travesía por la carretera. No, no de esas carreteras pavimentadas, ya estábamos subiendo hacia la sierra (a la altura de la yunga ya percibía el cambio de ambiente); y la carretera era muy estrecha (la vista desde ahí no era para cardíacos) y de tierra, con una fila de piedras en el medio acumulada por el tránsito de los vehículos que pasaban 2 veces al día. Todos jadeban, yo sólo seguía caminando, aunque cada vez se hacía más difícíl... y frustrante: el paisaje parecía alejarse conforme yo avanzaba, y cada curva en un cerro escondía otras tres más que debiámos avanzar (y así sucesivamente con todas las curvas que aparecían). Al llegar hasta un pedestal con una imagen de la virgen María, no pude más por el momento. Me detuve y me senté sobre una piedra. Eran ya un cuarto para las 5. Le pregunté al otro guia (era más bajito y ancho, pero era el que andaba más rápido y al cual sólo yo alcanzaba el paso) sobre cuanto faltaba para llegar al poblado de Aiza. Él respondió que estábamos a la mitad del recorrido por  la carretera, y que llegaríamos ahí a las 5 y media o 6, lo que alargaba la demora de todo el rrecorrido hasta las 9 de la noche.

Aaaaaaaah... no sean... ¿tanto teníamos que caminar?... quiero de vuelta mis 70 soles, por Dios Jehová... ¡No se pasen pues!

Cosas así ma daban vueltas en la cabeza. Nada, sólo volví a caminar. Luego de 5 minutos, un claxon cambió mi estado de ánimo: ¡estaba pasando una combi!, nos van a dar un aventón, y los 45 minutos se iban a reducir a sólo 10. Uffffff...

Llegamos a Aiza, el carro casi de descarrila y nos dió el susto de nuestras vidas (hasta que al fin algo me asustó en el viaje). Felizmente no paso nada (gracias Diosito). Compramos nuevas provisiones y ahí lo supimos todo: Tupe está a dos horas de caminata a paso de "cholo", haciendo cálculos sobre mi origen y adaptaciones climáticas, y dado que no conocía el terreno del camino; supuse unas... 3 horas a mi paso y casi 4 a paso de citadino común. Eso nos alargó hasta las 8 (si no fuera por la combi... sería hasta Dios sabe que hora).

Compré una botella de agua mineral y una botella de rehidratante. Eso calcule sería suficiente. Empezó la subida, bueno, al principio era bajada: debíamos bajar por la falda del cerro sobre el cual estaba Aiza, para luego pasarnos a la montaña. Volvió el efecto del paisaje que se aleja, me dí cuenta que no alucinaba de sed (y pensándolo bien, nunca tuve demasiada como para alucinar). Eso fue rápido, ni un cuarto de hora nos tomó hacerlo... y ahora la subida. NOOOOOOOO... eso sí que fue difícil. Y ahora el paisaje cambió radicalmente, primero eran cactus y arena; luego catus y tierra; luego cactus, tierra y... ¿pasto?; cactus, pasto y unos arbusto; luego desaparecieron los cactus y aparecieron plantas, árboles, flores, pinos y animales en ese orden.

El camino era durísimo: piedras y más piedras. La mayoría tropezaba, y yo al principio; pero me concentré un poco y en un momento ya estaba brincando como cabra en el filo de una montaña, tropezando de rato en rato, pero nada para desequilibrarse demasiado y... caerse.

Pronto nuestro grupo de separó, cada uno con su guía. Y yo iba en el de adelante, delante mío estaban el guía y Jesús (mi compañero, oye, no pongas a volar tu imaginación). Llegamos al final de una cuesta, de donde empezaba otra. Yo descansé un poco mientras los demás seguían su camino. Eran las 6 y media cuando proseguí. Subí por la cuesta... y por sobre unas piedras ví a... ¿una pareja besándosé? (What the F*CK, ¡había tan poca luz que ya veía cosas!). La verdad, ese era un intento de mi subconsciente de decirme que seguía sólo, triste y sólo... un par de lágrimas resbalaron por mi rostro, el cuadro que me había alucinado era muy romántico. Luego, volviendo a la realidad, me sacudí y seguí avanzando. Las lágrimas se me congelaron, hacía muchísimo frío ahí arriba.

Y empieza lo feo. Nos juntamos un grupo de 4 compañeros: Alex, María, Luis y yo. Nosotros íbamos ahora al frente. Jesús y el guía se quedaron a esperar a los demás. Comenzó el último tramo del avance... y el más duro: todo estaba empapado de agua de río y barro, y sin luz (salvo la de nustros celulares) todos tropezábamos a cada intante... hasta yo me caía sin parar, y el frío me pelaba. Sufrí un calambre en medio camino, y por eso perdimos 4 minutos de caminata, pero mientras creíamos que en ese tiempo nos iban a alcanzar los demás, pasó lo contrario: no escuchávamos a nadie. Me levanté y proseguimos, con algo de nervios, pues la poca luz de nuestros celus y la linterna  de Luis casi sin baterías (hasta mi celular alumbraba más) nos empezamos a preocupar: ¿y si nos habíamos salido del camino?... Aaaaaa... de sólo persarlo de daban escalofríos; pero más sentía pereza de regresar, para luego ¿seguir?, ¿y en este frío?... joda, eso no estaría bien.

De repente algo nos interrrumpió en nuestra larga ya rutina de tropezones y caídas: "Quistan hacendo acá ve, caminado a Tupe aistas horas" exclamó de repente una lugareña que se traía un rebaño de ovejas y un burro de carga. Le explicamos todo y sólo hizo una cosa: matarse de risa (aunque, bueno, yo en su lagar habría hecho lo mismo). Ella usó su linterna (vaya para potente) y nos guió: resultaba que sí estábamos en el camino correcto. Aún así, la última parte fue un martirio... hasta que, finalmente, llegamos a Tupe. Esto ya es la sierra, y un par de Chicos ya estabn tiritando de frío; no, TODOS tiritábamos de frío. Entramos a una tienda de baibas y pidimos mate caliente... ufff, qué alivio; nada mejor en semejante frío. Eran las 8 de la noche cuando llegamos, los demás se tardaban y ya eran 8 y media... pero en eso oímos algo familiar...

Salimos a la entrada del pueblo y en eso vimos una señal de linterna. Respondimos las señas con nuestros teléfonos. Llegó entonces el primer grupo; ya sólo faltaban 3 personas: Nathaly, la Tutora y un guía, el más flaco y alto que llevaba todas las cosas del campamento (pobrecito). Eran ya 8 y 40 cuando todos estábamos reunidos en la plaza. Por lo tarde que era, los lugareños, entre ellos el alcalde del distrito, insistieron en que acampáramos en ... ¿un salón? Bueno, ese salón en sí estaba desocupado y sólo se usaba de vez en cuando. Nos pusieron luz y todo pudieron recargar sus baterías (¿cómo no habrían pensado en cargarlas aoche?). Tendimos las carpas y... a dormir.

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