domingo, 10 de abril de 2011

Historias de cajón - Alma errante

Heme aquí, bajo las agitadas aguas del mar, en un cuerpo inerte, agonizante, abatido. Se preguntarán como llegué aquí, al final del camino. Bueno, la historia no es demasiado larga.

Todo empezó hace 1 año, cuando luego de 4 años de una larga e íntima amistad con Zoe, una compañera de clases desde la secundaria, decidimos aceptar lo que sentíamos el uno por el otro y ser una pareja. Todo empezó muy bien, nuestros abrazos de amistad se volvieron apasionados besuqueos (algo inexpertos por la edad), cada vez más profundos y ardientes; y si bien nunca traspasamos aquel bendito límite por respeto a nuestros principios, tuvimos un par de encuentros íntimos, siempre muy intensos pero al final más divertidos que placenteros.

Y así se pasaron los mejores 10 meses de mi vida. ¿Qué vino después? el inicio del fin. No sé porqué, pero lo presentí todo desde aquel día, aquel 12 de noviembre en el que los padres de Zoe le presentaron a Juan, un vecio nuevo cuyos padres eran muy amigos de los suyos. Todo me sonó a trampa desde un principio, ellos querían deshacerse de mí por alguien de seguroproveniente de una familia aliada (como odio esas alianzas familiares); le hablaron muy bien del joven y prácticamente la obligaron a salir con él. En cuanto a mi, cada vez se me hizo más difícil acercarme a Zoe; comenzó una etapa dolorosa de decadencia en la relación con ella y en mi vida.

Cada día todo era más frío, ni en la escuela podía hablarle... todo terminó una fatídica tarde saliendo de la escuela. Ella me dijo que esto ya no podía seguir y que lo sentía. Yo quise contestar con rabia, pero no hice nada; no podía explotar de esa manera frente a ella. Sólo bajé la cabeza, me di media vuelta y me alejé con el corazón completamente destrozado.

El resto del mes me lo pasé en mi cuarto, encerrado y deprimido, la melancolíoa imperaba e mí y si salía era sólo por algo realmente importante. Mis padres se preocuparon mucho; pero a los de Zoe poco o nada les importó, resultó ser que o le permitieron saber nada de mí, la obligaron a comprometerse con él y terminó tan angustiada como yo.

A inicios de febrero, un extraño fenómeno submarino sembró pánico en toda la costa: un sobrenatural movimiento sísmico fue registrado mortalmente cerca a la costa y a parte de una fuerte sacudida se levantó una inminente alerta de tsunami. Todos evacuaron las ciudades costeras... todos menos yo. Me colé durante el éxodo masivo que se producía y me quedé solo, varado en una playa que solía ser bastante concurrida y que ahora estaba desierta. Todo era silencio absoluto, apenas algunas gaviotas sobrevolaban el lugar para luego de un rato abandonarlo: se aproximaba el tsunami. Me sentía muy triste al punto de darme al abandono, ya no me importaba mi vida; descubrí que cometí el grave error de etregarle todo a Zoe a cambio de casi nada, y ahora estaba pagando el precio: mi corazón se quedó vacío, sin motivaciones para nada. Llegó la ola y yo me entrgé a la corriente. Lejos de matarme, me arrastró costa adentro; mas la fuerza de las olas fue tal que fui literalmente devuelto a casa, lugar a donde la alerta no se había considerado. Todos fueron arrastrados, gimiendo y luchando por sus vidas en un escenario de calamidad profunda. Mi cuerpo inmóvil y flotate no mostraba mayor signo de vida que la respiración, mis ojos inmóviles observaban la desesperación de la gente; pero fue una escena la que me hizo reaccionar: Zoe estaba siendo arrastrada por la corriente, de inmediato traté de alcanzarla; pero me ganói Juan, quien la subió sobre un montón de escombros... ella le agradeció con un beso. Era oficial, me olvidó; mi última esperanza se desvaneció. Me dejé hundir y el agua comenzó a retroceder.

Durante el lento regreso vi algunos cuerpos ahogados, todo era silencio otra vez... mi alma lloraba y mi cuerpo agonizaba. No entiendo aún porqué no me terminaba de ahogar, seguía tragando agua pero no me desvanecía ni sentía ahogo; fue el último recuerdo de Zoe el que terminó matándome; cerré mis ojos y olvidé todo, a todos, a Zoe y a mí.

Bien, ya llegamos hasta aquí, sin oponer resistencia alguna; yo ya no quería vivir.

Mi respiración finalmente cesó; mi corazón, dolido y agotado, detuvo por primera y última vez su marcha, mis sistemas se detuvieron y desconectaron y luego de ellos mis sentidos. Me vi envuelto en la nada... la última sesación que tuve fue la del agua ya del océano acariciándome el rostro, consoládome en mi dolor y ayudándome a retirarme de este injusto mundo. Mi boca se abrió una última vez y de mi cuerpo muerto salió una pequeña burbuja, aquel aliento de vida que Jehová me otorgó una vez, lo devolví a la naturaleza. La espesa humedad del aire limeño la condensó y desde enonces mi alma permaneció errante en la costa.

Una semana después una jovecita se acercó al Barranco vestida de negro y con una rosa blanca e la mano derecha. Ella empezó a hablarle a la nada:

- Durante mucho tiempo creí que lo superaría, que mis padres tenían razón y que tú no me convenías; ahora estoy convencida de lo contrario - una lágrima asomó por su ojo y su voz se resquebajó - perdóname, por haberte hecho daño, si es que aún estás ahí... donque quiera que estés, Héctor, espero que sepas... que sepas que yo... yo te sigo amando. Perdona mi error, aunque sé que la vida nuca lo hara. Traigo una rosa blanca de las que siempre te gustaban ¿sabías?, es mi obsequio de despedida. Sé que lo que te hice estuvo mal, y estoy dispuesta a pagar el precio. Esta mañana terminé definitivamente con Juan, y no pienso volver con nadie más el resto de mi vida... sé que mis padres se opondrán y que quieren que estemos los dos por propósitos familiares; esas cosas no me importaron nunca y nunca me han de importar. Ahora que te perdí, perdí parte de mí y... ya no le veo sentido a seguir viviendo. Y, bueno... aquí tienes tu rosa. ojalá la aceptes.

La rosa comenzó su caída, mas mi escencia en el aire la detuvo. Zoe quedó desconcertada con el suceso. Aproveché eso para susurrarle:

- Hola Zoe, hace mucho que no te veo... bueno, no mucho en realidad. ¿Sabes? la última vez que te ví, me sentí desfallecer; siempre supe que quisieron separaros, y no pude hacer nada. Cuánto lo siento, pero creo que este es el final. Espero que algún día te retractes y puedas hacer tu vida... con alguien más.

- Pero... no podré hacerlo... por favor no... no te vayas.

- Dudo que el aire conserve mi alma por mucho... no es lo suficientemente denso...

- Te necesito, haz lo que sea...

- No hay nada que pueda hacer, excepto...

- ¿qué?

- Nada. Quisimos estar juntos, el destino nos separó; y lo que el destino dice, queda.

- No te vayas...

Sentí una vez más ese afecto que sentía a su lado cuando era feliz, cuando vivía. Sentía un halo que me atrajo hacia adelante... y fui absorvido por su cuerpo.

- Héctor, ¿Hector?... ya te fuiste. Hasta siempre...

Zoe se retiró del lugar con el alma destrozada; yo quedé encerrado ahí, su corazón quedó como nuestra prisión, y así fue hasta cuando tengo memoria.

2 comentarios:

  1. Que linda historia, me ha gustado mucho... Que difícil resulta aceptar que no podemos estar con la persona que amamos, esa que nos llena en todos los sentidos, que triste :(

    Te dejo un abrazo enorme.

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  2. ¡Qué triste! Y bonita :)
    Ay, el amor, siempre presente para crear dolor... y bueno, felicidad también, al fin y al cabo.

    Muac

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